Septiembre / Octubre 2009

Ayudo porque me ayudaron

Un alcohólico lleva el mensaje a los que todavía sufren

La noche estaba tenebrosa. Una lluvia constante había caído durante todo el día. Hacía frío que, por ser flaco, lo siento con mucha frecuencia. Me dirigía a responder a un llamado de ayuda que había recibido de parte de  la esposa de un señor llamado Julio. Llegué hasta el patio de una humilde casita de madera. La señora llamó a Julio. Apareció un hombre de unos cincuenta años, blanco, de mediana estatura, descalzo y sin camisa, su lacia cabellera totalmente despeinada. “¿Tú eres Julio?” le pregunté. “Si me viene con el cuento de Dios, se puede largar ahora mismo”, me contestó. (Luego me enteré que su esposa era evangélica y que posiblemente estaba cansado de que le hablaran de Dios). “No vengo a hablarte de Dios”, le dije. “Vengo a hablarte de ron. Siéntate ahí y fúmate este cigarrillo”.

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