Un doctor de Caracas
Comencé a beber alrededor de los quince años, cuando estudiaba el bachillerato. Noté que el alcohol me daba una nota increíble. Noté además que me llenaba de orgullo porque aguantaba mucho y no me emborrachaba. Y cuando las madres de mis amigos borrachos (que yo llevaba a sus casas) les reclamaban por qué no bebían como Dieguito, que no "se rascaba'); eso me inflaba el ego como un pavo real. ¿Qué iba a pensar yo que con el correr de los años me iba a trasformar en un alcohólico que necesitaba tomar hora para calmar los temblores y la angustia? Pues así sucedió.
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