Mayo / Junio 2019 | Ochenta Años del Libro Grande

Los náufragos

Recuerda un conocido párrafo del Libro Grande

El Texto Básico, el libro que a tantos alcohólicos nos ha ayudado a descubrir la naturaleza exacta de nuestra enfermedad y, más aún, a encontrar la salida a este terrible problema del alcoholismo, establece en varias oportunidades un paralelo entre nosotros los alcohólicos con los náufragos recién rescatados del mar: “Somos como los pasajeros de una gran embarcación recién salvados del naufragio, cuando la camaradería, la democracia y la alegría prevalecen en el barco desde las bodegas hasta la mesa del capitán” (Pág. 16).

La correcta vida del náufrago, después de que ha alcanzado a tocar tierra, y quizás una isla solitaria, impone una serie de requisitos y condiciones como es la consecución de agua potable, aprender a encender fuego, construir una choza o cabaña, juntar cocos, buscar huevos de tortuga, cangrejos, y hacer muchas otras cosas más para lograr la supervivencia.

Entre nosotros, los AA, y de acuerdo con el símil establecido, debemos aprender a escuchar, a poner mente abierta, a dejar de discutir y rebatir, a consultar con el padrino, asistir al mayor número de reuniones, a leer y a estudiar, primero el Libro Grande y después conocer y empezar a practicar los Doce y Doce, ya que son las herramientas (no las armas) que nos sugiere para la recuperación de nuestro mal, que no es sólo ingerir alcohol. Alcoholismo es mucho más que beber: es la incapacidad nuestra de encarar los problemas del diario vivir, no poder controlar nuestras emociones, no saber relacionarnos adecuadamente con los demás, una completa y total ingobernabilidad de nuestros instintos naturales, y como lo establece el Texto Básico, una carencia absoluta de poder o fuente de energía para manejar o controlar nuestra vida con todas sus implicaciones. De allí que se diga con frecuencia, que el alcoholismo, más que en botellas, viene envasado en personas.

En los procesos de recuperación en AA debemos conocer primero, y de la manera más amplia, las características de la enfermedad, la raíz de nuestro mal, las causas o circunstancias que nos obligaban a beber, pues como señala el mismo programa, no podemos corregir o reparar lo que desconocemos. 

Muchos, por no decir que casi todos, cuando llegamos a AA, considerábamos que el alcohol era el causante de nuestros mayores problemas y dificultades, de nuestro gran fracaso en la vida. Y tan convencidos estábamos de ello, que igualmente convencidos estábamos que con sólo dejar de beber todo se nos iba a solucionar. Pero con el transcurrir del tiempo, pudimos comprobar que no era totalmente así. Que el beber hasta emborracharnos, como lo hicimos nosotros, era el síntoma principal y no la enfermedad en sí misma. Por eso tuvimos que ir a investigar, e indagar más sobre las causas de la enfermedad, para poder descubrir los verdaderos orígenes y causas  que nos llevan compulsivamente a beber y atravesar el más espantoso fracaso en nuestra vida.

Esa fuente de información nos la proporcionó, adecuada y sencillamente, el libro Alcohólicos Anónimos, el principal texto de consulta con que contamos los AA, libro que repasamos con frecuencia y recomendamos no sólo a los nuevos en el programa, sino también a todas las personas interesadas en nuestro problema de salud y en nuestra forma de recuperación. El Cuarto, Octavo y Décimo Paso, complementan esa investigación, porque una cosa es estar enfermo sin saber las causas, y otra diferente sentir quebrantos de salud, pero conociendo los motivos.

En mi opinión el Libro Grande es el mejor medio para que cualquiera de nosotros haga un autodiagnóstico, reciba un tratamiento adecuado, en nuestro caso, el que aparece contemplado en el libro Doce y Doce, principios espirituales que si aplicamos honesta, continua y disciplinadamente, estaremos en capacidad de “lograr reparar en puerto seguro el barco averiado de nuestra existencia”, como dice nuestro Texto Básico. 

Cuentan que en cierta ocasión un náufrago llevado por el oleaje fue a parar a una isla desierta y desde que tocó tierra fue un permanente agradecido de Dios por no haberlo dejado morir ahogado en tan siniestras y profundas aguas. “Gracias, gracias Dios mío”, se repetía una y otra vez. No obstante y sin que pasara mucho tiempo, al hombre lo encontraron muerto por inanición, debido a que no fue capaz de aprender a sobrellevar su situación, a manejar las inclemencias del tiempo y del lugar, o no tuvo la intención ni la voluntad de buscar y hacer lo necesario e indispensable. 

Tenía todos los recursos a la mano para superarse, para salir adelante, pero no tuvo la suficiente entereza para hacer lo que tenía que hacer y, como ocurre también en nuestra comunidad con algunos alcohólicos que se pasean por los grupos, poniendo todo en manos de Dios, pero eludiendo la lectura, el estudio y sobre todo el compromiso de cumplir con el trabajo que les corresponde hacer con los Pasos. Así también otros que se descuidan, no avanzan, se duermen sobre los laureles, y poco o nada hacen para darle mantenimiento espiritual a su sobriedad. 

No falta, pues, quienes consideren que con sólo ser rescatados y llevados a tierra firme, es suficiente para lograr la paz, la alegría, y la tranquilidad que tanto anhelan y necesitan. El náufrago que alcanza a llegar a un islote solitario no puede decir que ya se ha salvado definitivamente; requiere hacer mucho más. Requiere trabajar, ponerse en acción, aprender y afrontar las dificultades de cada día. AA no es un programa para eliminar todos los obstáculos e inconvenientes del diario vivir. AA es un programa de acción que si bien contribuye a eliminar muchos problemas, nos capacita mejor para afrontarlos y superarlos. “Todo esto también pasará”, se repetía Bill W., en momentos difíciles y confusos. Pero él hacía su parte para superarlos.

Hay que trabajar, entonces, acción y más acción nos pide el programa. No podemos quedarnos quietos, sentados, cruzados de brazos; el status quo no se hizo para nosotros. Estancarnos, detenernos, es echar hacia atrás, y echar hacia atrás es perecer. Esa es la sentencia. Por eso el programa se llama de Doce Pasos, y no “doce sentadas” o “doce acostadas”, como tal vez muchos quisieran. 

Conveniente resulta considerar las palabras de Ebby, dirigidas a su amigo y compañero de tragos Bill W., cuando éste estaba hospitalizado en el Hospital Charles Towns, momentos previos a su despertar espiritual, y las conclusiones recogidas por el cofundador en nuestro Texto Básico: “La fe sin obras es muerta, me dijo. ¡Y cuán cierto es, tratándose de los alcohólicos! Porque si un alcohólico falla en engrandecer su vida espiritual a través del trabajo y del sacrificio por otros, no podrá sobrellevar ciertas pruebas y decaimientos que vendrán más adelante. Si él no trabajaba era seguro que volvería a beber, y si bebía, seguramente moriría. La fe sin obras estaría muerta, entonces. Tratándose de nosotros, es precisamente así.” (Págs. 13, 14).

Después de ser liberados del alcohol —sólo por la Gracia de Dios—, o rescatados de aquel espantoso naufragio, no podemos seguir siendo las mismas personas y continuar haciendo lo mismo de antes. Ya la vida tiene un nuevo sentido, un maravilloso significado. Tenemos algo porqué vivir, porqué trabajar. Así lo establece —ya para finalizar— nuestro principal libro de lectura, el texto básico de AA, el cual citamos con el aparte que nos evoca al más famoso náufrago de la literatura universal: Robinson Crusoe: “Habiendo naufragado en el mismo barco, habiendo sido rescatados y reunidos bajo un Dios, con corazones y mentes afines al bienestar de otros, las cosas que son tan importantes para otras personas, dejan de tener significación para nosotros. ¿Cómo habrían de tenerla?”. (Pág. 148, 149).

Como le escuché decir a un alcohólico, despidiendo a otro a punto  de embarcarse “¡Feliz singladura*, marinero!”

*Singladura: Millas recorridas por un barco en 24 horas. Habitualmente se cuenta de un  mediodía al otro siguiente.

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