El día de los inocentes

Un día 28 de diciembre, día de los inocentes, salí del trabajo a las 18 horas con rumbo a una iglesia. Pedí un auto, tenía sólo quince minutos para llegar, que creo que fueron los más interminables de mi vida. Llegué y bajé unas escaleras al costado de la iglesia. Había una reunión de gente con velas. Me asomé y pregunté: "¿Alcohólicos Anónimos "¡No!" me respondieron. Llena de vergüenza, volví a preguntar. Me dijeron que pasara una puerta, donde había una escalera, y que subiera hasta un salón donde estaban ellos. Pasé la puerta y nada, no encontraba las escaleras, volví a preguntar y ahí sí me indicaron correctamente. Sentía que el mundo entero se estaba enterando de mis borracheras, pero mi tristeza era tan grande, que quería llegar a ver qué era esto de Alcohólicos Anónimos. Sólo pensaba en los ojos de mi hija, hinchados de tanto llorar, que se iluminaron cuando le dije: "te prometo que el jueves voy a A.A. Me voy a curar para vos". Y ahí estaba, muerta de vergüenza y miedo, yo, una mujer que se llevaba el mundo por delante, que había podido con todo. Pero algo estaba pasando, algo se me escapaba del control, y solo bastó leer el primer paso para darme cuenta. Por fin encontré las escaleras correctas, abrí la puerta de golpe y pregunté: "¿Esto es Alcohólicos Anónimos? "¡Sí!" me contestó la coordinadora.