La persona justa
Mi primera madrina era una persona agresiva de ésas que uno evita en el colegio. Se burlaba de mi forma de pensar, me ponía apodos, me pegaba gritos y de vez en cuando me tiraba el teléfono cuando la llamaba. Esta madrina tenía unos veinticinco años de sobriedad y lo sabía todo. Lo que ella decía era la ley, y poco de lo que compartía tenía algo que ver con el Libro Grande. Ella apadrinaba a otras mujeres a las que también tenía aterrorizadas, pero el terror a verse marginadas por el grupo, si la dejaban, era peor. Pero después de tres meses de sobriedad, igual la dejé. Este tipo de apadrinamiento simplemente no funcionaba para mí. Y es verdad que experimenté la marginación social del grupo, así que durante un tiempo también me aparté de él.
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