Marzo / Abril 2009

Tuve que perderlo todo para encontrar mi sobriedad

En mi pueblito de Durango, México, varias personas se reunían a jugar cartas en la noche. Como no había luz eléctrica, se alumbraban con velas. Yo tenía catorce años y me puse a trabajar cuidándole las velas a los jugadores para que no se les apagaran y pudieran jugar sin distraerse. Me desvelaba para ganarme un par de pesos todas las noches.

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