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Marzo / Abril 1999

Las calles de Bombay

El sufrimiento de un alcohólico no es sólo el sufrimiento de un individuo sino el de todos los que le rodean y especialmente su familia más allegada. El hábito de beber pequeñas cantidades todos los días se hizo una necesidad para mí hasta convertirse en una manera de beber incontrolable. Cuando mi sueldo no me alcanzó para mis gastos de bebida, hice préstamos con intereses exagerados; luego me fui del trabajo. Después de tener lagunas mentales, delirios con temblores y alucinaciones tuve un accidente en el que me disloqué la espina dorsal. Estuve recluido en un hospital ortopédico por 14 largos meses y cuando me dieron de alta salí con un par de muletas. La agonía, el dolor y la tortura de este accidente debieron ser una advertencia imborrable para que dejara de beber alcohol para siempre. Pero me tomé ese primer trago una vez más después de casi 15 meses y empecé una larga borrachera. 

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