Una historia entre rejas

Mi mejor día sobria (hasta la fecha) fue el día que pasé en la prisión de Raiford en La Florida y la noche que le conté mi historia a un grupo de más de 200 hombres que estaban presos por asesinatos, violaciones, incendios, robo armado y otros delitos graves. Estos hombres estaban vigilados rigurosamente y a pocas personas se les permitía acercárseles. Para ese entonces trabajaba en un centro de rehabilitación para alcohólicos en la cárcel del condado de Dade, y mi padrino (mi jefe, un ex-convicto de Raiford y que ahora tenía quince años de estar sobrio en AA) tramitó para que me invitaran a hablar al grupo de AA en Raiford. Había pasado el día allí aconsejando a los presos, contando mi historia en una reunión diurna, almorzando con los prisioneros, entre los cuales había hombres en el pabellón de la muerte, y mientras nos sentamos ahí riéndonos, contando chistes y brindando con refrescos por nuestra salud, no podía creer que estaba en una cárcel del estado, disfrutando de la compañía de hombres que habían cometido crímenes horrendos, pero quienes, gracias al maravilloso y espiritual programa de AA, podían reírse conmigo, compartir sus historias conmigo y abrazarme cuando me marchaba.