¡Qué alivio!
En 1980, un amigo en la ciudad de México me llevó a un grupo de AA. Mi amigo tenía dos años sobrio, yo tenía por lo menos cinco días bebiendo. No recuerdo una sola palabra de aquella reunión. En cuanto la junta terminó me fui y seguí bebiendo. Aquel amigo era mi patrón. Dos o tres meses después me despidió del trabajo y jamás volví a saber de él.
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