Cadena perpetua
En febrero de 1963, esposado y encadenado a otros dos criminales, fui escoltado a la prisión por alguaciles que ya conocía, por mis antecedentes de la década anterior. Probablemente se sentían aliviados de entregarme, junto con los documentos que formalizaban mi condena, al capitán de guardia, lo que era una garantía de que ya no sería una amenaza para la comunidad.
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