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Julio / Agosto 2000

Fuga de prisión

El 19 de marzo de 1990 recibí mi informe final por conducir en estado de embriaguez. Fui acusado de delito agravado, intento de suicidio y de atacar a los agentes en el ejercicio de sus obligaciones. Luego de pasar una noche en la cárcel del condado hablando con varios agentes y el psiquiatra del condado, me ingresaron en el pabellón psiquiátrico de un hospital local. Debía quedarme allí hasta el día en que tuviera que comparecer ante el tribunal. En esta ocasión no se ofreció ninguna fianza. Mis posibilidades habían sido finalmente agotadas. Estaba a merced de los tribunales. Me habían sorprendido conduciendo borracho tantas otras veces aunque siempre me las había arreglado para encontrar una solución. No iba a contar con esa suerte esta vez. El juez explicó que me podía obligar a regresar al tribunal para enfrentar todas las acusaciones en contra mía, las que probablemente traerían como consecuencia que me encarcelaran en una prisión estatal, o bien me podrían ingresar a un hospital psiquiátrico del estado. Ninguna de las dos alternativas me entusiasmaban. Pero entonces el psiquiatra del condado me ofreció otra posibilidad: tratamiento. Y de ese modo comenzó mi viaje hacia la sobriedad. 

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