Comienzos
A la edad de trece años me tomé mi primer trago. Éramos cuatro amigos de la infancia y convivíamos mucho. Un buen día, un jueves Santo, por cierto, se nos ocurrió comprar un cuarto de litro de aguardiente, lo dividimos en cuatro partes y lo tomamos. A los quince minutos comenzamos a hablar como adultos, y a mí me agradó mucho el efecto que hizo en mí ese primer trago de alcohol. Desde ese día lo hicimos frecuentemente, claro, al principio era agradable, pero después se convirtió en una pesadilla. Nada me salía bien. La pobreza que vivía era extrema y no encontraba una salida.
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