Mujeriego, parrandero y borrachón
Las circunstancias, el destino, la providencia, la fuerza superior, o tal vez Dios quiso que yo fuera uno de aquellos afortunados que pudo escapar, primero a la trágica guerra fratricida española y luego a la Segunda Guerra Mundial. Salí de Burdeos en noviembre de 1939 y llegamos 23 días después a las cálidas playas dominicanas, a Puerto Plata. Aún no había cumplido 16 años, pero estaba lleno de despecho y de resentimientos contra la humanidad entera. Creo que más tarde, aquellos desgraciados acontecimientos me sirvieron de excusa para dar rienda suelta a ciertas deficiencias de personalidad que ya germinaban en mí, desde mi niñez.
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