Escuchando el viento
Empecé a beber cuando tenía unos once años de edad. Vivía con mi hermano y su esposa en las afueras de Gallup, Nuevo México. Éramos pobres. El olor de frijoles y tortillas recién hechas simbolizaban para mí el hogar. Dormía en una cama con otros tres niños, en la que todos nos acurrucábamos juntos para mantenernos en calor en los helados inviernos. Estábamos rodeados de nieve.
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